Investigadores de BCN hallan las células que regeneran el corazón

25/03/2010

Centre de Medicina Regenerativa de Barcelona (CMRB)

Si el músculo miocardio de una persona que ha sufrido un infarto tuviera la capacidad de regenerar las células que el fallo cardiaco ha destruido, ese individuo evitaría las importantes limitaciones que sufrirá el resto de su vida por haber perdido una porción del corazón. Ese potencial autorregenerador es una facultad que poseen algunos animales, entre ellos el pez cebra.

Un equipo de científicos del Centre de Medicina Regenerativa de Barcelona (CMRB), que dirige Juan Carlos Izpisúa Belmonte, ha identificado qué el tejido del pez cebra es responsables de dicha recreación; se trata de los cardiomiocitos, las células musculares que hacen posible que el corazón se contraiga para latir.

 

Hasta hace muy poco, estos investigadores sospechaban que lo que pone en marcha la recomposición del corazón dañado de un pez cebra son sus células madre, un tejido progenitor exclusivo de ese animal acuático, imposible de imitar en los humanos.

 

La comprobación de que se trata de los cardiomiocitos reabre la expectativa de que la regeneración cardiaca humana es posible, ya que las personas disponemos de una familia similar de células musculares en el corazón. Su mecanismo es común y equivalente.

 

«Queríamos ver qué nos diferencia del pez cebra, qué no podemos hacer nosotros y él sí, y ver si su regeneración ocurre en células equiparables a las nuestras», explicó el investigador Ángel Raya, coautor del estudio, que ha dirigido Christian Jopling.

 

El hallazgo, suscrito por el CMRB y el Instituto Salk de Estudios Biológicos de La Jolla (California, EEUU), lo publica la revista científica Nature. «Ahora ya sabemos por dónde hemos de buscar», añadió Raya. «El mensaje fundamental de esta investigación es la constatación de que la regeneración del corazón del pez cebra no ocurre por sus células madre, sino que se activa gracias a los cardiomiocitos que dieron forma inicial al corazón», dijo Izpisúa.

Las incógnitas son abundantes. Suponen que el corazón del pez cebra que ha sufrido una amputación detiene la regeneración de su musculatura cuando ha vuelto a completar su forma, pero no lo han podido comprobar. Y desconocen lo fundamental, por qué ese mecanismo no lo conservan las personas.

 

«Tenemos un gen humano candidato al que atribuimos ese potencial –afirmó Raya–. Si confirmamos su potencial para regenerar el músculo cardiaco, el paso siguiente será diseñar fármacos que estimulen su función en el corazón».

En la actualidad, cuando una persona sufre un paro cardiaco las células del miocardio que durante unos minutos han dejado de recibir sangre mueren y son irrecuperables. La zona destruida de ese corazón se cerrará con una cicatriz fibrosa que, a partir de entonces, dificultará sus contracciones, causará fatiga y dará lugar a una insuficiencia cardiaca.

 

Los autores de este estudio han observado que los cambios que sufre el corazón del pez cebra en su proceso de regeneración son similares a los que experimentaría un músculo miocardio humano en hibernación. Esa similitud permite suponer que las células cardiacas de los mamíferos que pasan temporadas en hibernación tal vez están intentando poner en marcha un mecanismo parecido al de la regeneración. En esa dirección investigarán ahora.