SÍNDROME VERTIGINOSO

ENFERMEDAD SÍNDROME VERTIGINOSO

La etiología de los vértigos o mareos puede ser muy variada. Existen numerosas patologías traumatológicas (tumores, enfermedades degenerativas), vasculares, infecciosas, tóxicas (incluidas las relacionados con los fármacos) y causas idiopáticas, pero sólo aproximadamente el 5 % de los casos están causados por un trastorno grave.

Las causas más comunes de mareo con vértigo implican algún componente del sistema vestibular periférico, el vértigo posicional paroxístico benigno y la enfermedad de Ménière.
Con menos frecuencia, la causa del vértigo es un trastorno vestibular central (comúnmente migraña), un trastorno con un efecto más global sobre la función cerebral, un trastorno psiquiátrico o un trastorno que afecta a la propiocepción.

Las causas más comunes de mareo sin vértigo suelen ser otológicas, multifactoriales o idiopáticas.

Los trastornos causados por hipotensión arterial, hipoxemia, anemia o hipoglucemia pueden manifestarse como un síncope. Además, ciertas alteraciones hormonales (p. ej., enfermedad tiroidea, menstruación, embarazo) pueden causar mareo. Numerosos fármacos pueden causar mareo independiente del efecto tóxico en el sistema vestibular.

En ocasiones, los mareos pueden ser psicógenos en pacientes con trastorno de angustia, síndrome de hiperventilación, ansiedad o depresión.

En pacientes de edad avanzada, el mareo es a menudo multifactorial y se debe a efectos adversos de los fármacos sobre las habilidades propioceptivas visuales y vestibulares.

SÍNTOMAS SÍNDROME VERTIGINOSO

El vértigo es la falsa sensación de movimiento de uno mismo o del entorno. Generalmente, se percibe un movimiento rotatorio como si todo da vueltas, pero algunos pacientes tienen la sensación de que se caen hacia un lado.

Aunque el vértigo parece ser un subgrupo dentro del mareo, se consideran los dos síntomas como sinónimos.

DIAGNÓSTICO SÍNDROME VERTIGINOSO

La exploración del síndrome vertiginoso empieza con la revisión de las constantes vitales, entre ellas la presencia de fiebre, pulso rápido o irregular, hipotensión ortostática u otros síntomas.

 

Las exploraciones neurológicas son fundamentales. En concreto, con el paciente en decúbito supino, se comprueban la dirección de los ojos y la duración del nistagmo espontáneo. En los pacientes con una crisis brusca, hay que monitorizar el pulso y realizar una oximetría y una prueba de glucosa.

 

Se lleva a cabo una exploración del conducto auditivo para detectar cuerpos extraños, y se comprueba si hay signos de infección o perforación en la membrana timpánica.

Los pacientes cuyos resultados en las pruebas de la función auditiva y vestibular son anómalos o equívocos deben someterse a pruebas formales como la audiometría y la electronistagmografía.

 

La función cerebelosa se evalúa con la marcha, mediante la prueba dedo-nariz y la prueba de Romberg. Se lleva a cabo el resto de la exploración neurológica, incluida la exploración de los pares craneales.

 

Posteriormente, se realizan pruebas específicas como la tomografía computarizada (TC) y la resonancia magnética nuclear (RMN) con gadolinio. En los casos de accidente vascular cerebral o esclerosis múltiple, también se lleva a cabo un electroencefalograma (EEG), según los síntomas concomitantes.

 

La mayoría de los médicos también piden un electrocardiograma (ECG). Las mujeres deben hacerse la prueba del embarazo.

 

Otras pruebas se llevan a cabo en función de los resultados, pero generalmente la RMN está indicada en los pacientes con síntomas agudos que presentan cefalea, anomalías neurológicas o cualquier otro hallazgo indicativo de la presencia de una etiología del sistema nervioso central (SNC).

 

Los pacientes con síntomas crónicos deben someterse a una RMN con gadolinio para buscar indicios de un accidente cerebrovascular o de otras lesiones del SNC. 

 

Las pruebas de laboratorio raramente son útiles, excepto para los pacientes con vértigo crónico y sordera parcial bilateral, en los cuales están indicadas pruebas serológicas para la detección de la sífilis.

 

TRATAMIENTO SÍNDROME VERTIGINOSO

El tratamiento va dirigido a la causa e incluye suspender, reducir o cambiar cualquier fármaco causal.

Si hay un trastorno vestibular y se piensa que es debido a la enfermedad de Ménière o la neuritis vestibular, los fármacos más eficaces son diazepam cada seis a ocho horas, con dosis más altas para el vértigo grave pero bajo supervisión, o fármacos antihistamínicos/anticolinérgicos orales.

Todos estos fármacos pueden causar somnolencia, lo que limita su uso en ciertos pacientes.

Las náuseas pueden tratarse con antieméticos, pero el vértigo asociado a vértigo postural paroxístico benigno se trata con la maniobra de Epley realizada por un profesional experimentado.

Lo mejor es que la enfermedad de Ménière sea tratada por un otorrinolaringólogo con formación para este trastorno crónico, pero el tratamiento inicial consiste en una dieta baja en sal y un diurético ahorrador de potasio.
Los pacientes con vértigo persistente o recurrente debido a debilidad vestibular unilateral, como consecuencia de una neuritis vestibular, generalmente se benefician del tratamiento con rehabilitación vestibular realizada por un fisioterapeuta experimentado. La mayoría de los pacientes se compensan bien, aunque algunos, especialmente los ancianos, tienen más dificultades para compensarse.

La fisioterapia también puede proporcionar información importante para dar seguridad a los ancianos discapacitados.

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